El estrés es fuente de muchos desequilibrios en el organismo, y uno de ellos es un apetito casiconstante y una atracción especial por ingerir muchas calorías, con la vana esperanza de evitar el cansancio que sentimos, y que alterna con periodos de gran actividad en los que también nos da por comer a todas horas.
Sí, efectivamente cuando tenemos estrés acumulamos kilos de más. Esto se debe a una hormona llamada cortisol o, más familiarmente, «hormona del estrés». El cortisol está siempre presente en el organismo, pero aumenta sus niveles cuando nos sentimos amenazados o cansados para ayudarnos a superar esas situaciones.
Cuando estamos estresados, nuestro cuerpo reacciona liberando cortisol, que a su vez envíamayores cantidades de glucosa a la sangre para intentar superar la crisis. Esta hormona nos da energía física y mental. En condiciones normales, y una vez recuperada la estabilidad, descienden los niveles de cortisol y el organismo vuelve a funcionar con normalidad.
Sin embargo, cuando la crisis se prolonga y se convierte en estrés, los niveles de cortisol permanecen altos y todo el organismo sufre transformaciones. Una de ellas, que se traduce inmediatamente en un aumento de peso, es un cambio en el metabolismo, que se vuelve más lento.
Al mismo tiempo el cortisol aumenta los niveles de insulina, lo que incrementa nuestro apetitoy nos hace desear alimentos ricos en azúcares y grasas. Estos alimentos nos proporcionan unsentimiento casi inmediato de bienestar, y al poco tiempo, cuando de nuevo acecha el estrés, necesitamos recurrir una vez más a azúcares y grasas para sentirnos bien otra vez.
Salir del estrés resulta a veces difícil porque caemos en un círculo vicioso en el que se alternan episodios de euforia con los de tristeza. Cuando comemos nos sentimos bien, pero al poco estamos más cansados porque no ingerimos alimentos sanos.
La única salida a esta situación parece ser volver a tomar un gran trozo de tarta de chocolatepara sentirnos bien una vez más, pero lo único que hacemos es acumular kilos y malestar. Es nuestro organismo, que reacciona avisándonos de que algo no anda bien.
Ahora que sabemos que el estrés realmente engorda, es el momento de tomar medidas para hacer que el cortisol descienda a sus niveles normales y podamos recuperar la figura.
Gran parte de la población sufre estrés crónico sin ser siquiera consciente de ello. Los cambios bruscos de peso son uno de los indicadores de que el cuerpo reclama un poco de atención.
Aumentar primero de peso para perder muchos kilos en poco tiempo provoca graves desequilibrios en todo el organismo. Es además uno de los indicadores del estrés. Por eso es importante prestar atención a los primeros síntomas y evitar que se convierta en una situación grave y crónica.
Reconocer el estrés es relativamente fácil y los cambios en nuestras costumbres alimenticias es uno de los primeros indicadores.
Si a ello añadimos periodos de gran abatimiento con otros de gran euforia, pérdida de memoria, cansancio casi continuo, cambios inexplicables de estado de ánimo y desaparición del sentido del humor, entre otros, nos encontramos a las puertas de un grado de estrés preocupante.
Con todos estos síntomas no podemos ignorar ya que estamos realmente estresados. Es el momento de tomar cartas en el asunto.
Entre estas medidas está el lanzarnos de lleno a una dieta de la que tenemos que eliminar lo que parece que más necesitamos mientras atravesamos esta racha y que, por el contrario, es aquello que va a aumentar nuestro estrés.
Fuera alcohol, café, té, dulces, grasas saturadas, comidas muy especiadas. En compensación, hay otro grupo de alimentos que ayuda a combatir el estrés y que además nos mantiene en nuestro peso. Se trata de las frutas, verduras y hortalizas, que deben volver a ocupar un lugar de honor en nuestra dieta diaria.
Pero además hay otros alimentos que ayudan a combatir el estrés. Son aquellos ricos entriptófano, un aminoácido que contribuye a que el organismo produzca serotonina, la«hormona del bienestar», que ayuda asimismo a controlar el apetito. Así pues, necesitamos triptófano para combatir el cortisol, la «hormona del estrés». El triptófano se encuentra especialmente en los cereales integrales, huevos y lácteos.